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El trabajo de Jaime de la Jara me interesa, por lo conceptual y por la estética con que representa sus ideas.
La serie titulada ‘Keys’ es altamente conceptual y hermética. Unos interruptores deformados o en estado de desaparición remiten a la actual circunstancia en la que los posibles errores no solo son eliminados, sino totalmente excluidos. Las llaves de la luz aluden a Eva, aquella que aún sin defecto está en condiciones más que óptimas de cometer el primer error. Buscando la desaparición de estos objetos resignificados en su deformidad, el artista pone sobre la mesa la prohibición más que angustiosa a la que somos sometidos: un solo error, y en el instante siguiente seremos in-terrumpidos, desconectados de la hiperconectividad global. Y me recuerda a los relojes blandos de Dalí, y encuentro puntos en común entre ambos referentes, y la deformidad...
La siguiente serie, ‘Flags’, abunda en esa idea de engaño perceptivo al que somos sometidos en masa y para ellos dispone de tres radiadores construidos en madera y escayola y que, colocados a la altura de los ojos, interactúan componiendo una instalación que va trasformando el espacio circundante. Con el a primera vista misterioso título de ‘Banderas’, el artista alude a un poema mejicano donde la bandera debe exponer las necesidades de un pueblo, sin necesidad de que sean repetidas de continuo. La bandera, como símbolo del ámbito de lo público donde poder dialogar acerca de las necesidades de un estado, es puesta en referencia a un espacio cambiante a cada paso, donde no es que la repetición se haga innecesaria, sino simplemente imposible. Las verdades sobre las que se asienta el ejercicio político de lo público son ahora reconducidas a ejercicios de simulación y relativismo, donde solo los intereses tienen el poder de postularse como validaciones discursivas.
La instalación ‘Radiant 1’ quizá sea la más lograda. Llenando un fragmento de espacio vacío, un radiador de suelo es recreado y puesto en ese espacio. Entendiendo que las dimensiones de la galería son aún pequeñas para la obra, para la presumible infinitud del espacio vacío, el que sea un ‘fragmento’ de vacío lleno por el radiador nos hace pensar que es la relación que media entre el vacío y el objeto lo que realmente se está aquí conceptualizando. La apelación a Heidegger en la nota de prensa nos pone definitivamente sobre la pista:
Si ser y verdad van siempre juntos, lejos de que la verdad esa que antes hemos cifrado como omnipotente queda amparada en el ser, es más bien en la nada de donde extrae sus últimos condicionantes para postularse como poder absoluto. Así, la verdad de la que la postmodernidad hace gala no es aquella del des-velar al ser, sino precisamente la que se ha ido haciendo fuerte en el retornar siempre del ser a la mismidad del objeto, del ente; justo ahí donde al ser no le queda nada, donde el ser retumba en la infinitud del vacío.
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